Eduardo Montagner
Anguiano

El dialecto véneto de Chipilo
Origen e Historia
El dialecto véneto de
Chipilo – población ubicada aproximadamente a doce kilómetros
de la capital de Puebla – cumple 120 años de existencia en el año
2002. Fue en l882 cuando el presidente Porfirio Díaz mandó
traer un grupo de más de 500 vénetos a México. La
intención era colonizar con europeos y mejorar así las condiciones
de trabajo de los indígenas mexicanos. Los motivos de la emigración
de los fundadores de Chipilo son varios: la situación precaria del
campo italiano en esos años, los desbordamientos del Piave, el espíritu
de aventura fomentado por los discursos de los enviados mexicanos y, en
fin, la situación particular de cada emigrante, sus decisiones personales.
Los emigrados provenían
del véneto; varios de ellos de un pueblo llamado Segusino; los demás
eran originarios de lugares aledaños como Feltre, Belluno, Valdobbiadene,
Maser, Quero, Vas.
La tenacidad laboral es característica
de los vénetos y Chipilo no fue la excepción. A pesar de
que al inicio las condiciones agrícolas fueron duras, los chipileños
supieron vencer esa dificultad valiéndose del trabajo y de una perseverancia
siempre constante en cuanto a la identidad.
Son frecuentes todavía
los siguientes apellidos: Galeazzi, Zago, Merlo, Berra, Colombo, Stefanoni,
Minutti, Montagner, Zanella, Barbizan, Crivelli, Precoma, Bagatella, Vanzzini,
Piloni, Mazzocco, Bronca, Martini, Bortolotti, Orlanzino, Mioni, Bortolini,
Spezzia, Dossetti, Sevenello, Lavazzi, Bronca, Simoni, Zecchinelli, entre
otros. Son ya menos frecuentes apellidos como: Romani, Tripiedi, Agostineto,
Melo, Fascinetto. Naturalmente hay otros que ya se han perdido, como Zavarisse,
Capaciolli, Zalot.
Vida social
La vida en Chipilo se mantiene
tranquila a pesar del constante contacto con gente ajena a la comunidad.
En cuanto a lo laboral, Chipilo fue por mucho tiempo un pueblo agropecuario
casi en su totalidad. Ahora, sin embargo, esta ocupación ha decrecido,
aunque todavía un buen número de chipileños continúan
con sus establos y otros más desean volver a dedicarse a la ganadería.
El trabajo en la industria de los muebles rústicos resultó
en un principio convincente, pero en los últimos tiempos ha mostrado
frecuentes crisis.
La mayoría de los habitantes
de Chipilo son vénetos puros. Luego siguen en cantidad los mestizos.
Los habitantes que no tienen apellidos vénetos son pocos todavía,
aunque desde hace años han aumentado notoriamente.
Por las calles de Chipilo es
normal encontrar gente hablando véneto. En familia, más aún.
Las diferencias culturales se
hacen evidentes al escuchar las opiniones de los habitantes de zonas aledañas
a Chipilo. El contraste entre la mentalidad festiva mexicana y el carácter
un tanto frío de los chipileños queda de manifiesto en comentarios
como éste: los chipileños sólo saben trabajar. No
hacen fiestas, son aburridos. Nosotros los mexicanos somos de sangre caliente
y ellos gritan mucho, pero no hacen nada porque son de sangre fría.
La situación de la lengua
La variante lingüística
a la que este dialecto pertenece es el véneto septentrional, conocido
también como feltrino-belunés, por abarcar zonas intermedias
de Feltre y Belluno. A veces se le llama también variante bajo belunés.
Cuando los emigrantes vénetos
llegaron a Chipilo, en 1882, los pueblos indígenas mexicanos de
los alrededores hablaban sus propias lenguas indígenas. Esto trajo
como consecuencia una mayor dificultad de comunicación para los
vénetos, pero pronto esos pueblos fueron perdiendo sus lenguas y
entonces los chipileños empezaron a aprender español, pero
sin perder su véneto. Sólo mediante el uso del español
pudieron los chipileños comunicarse con los alrededores.
A muchos les sorprende que aún
se conserve el véneto en esta comunidad. Algunos explican que esto
se debe a que el grupo de emigrantes vénetos llegado a Chipilo constituía
una homogeneidad lingüística que favoreció la conservación.
Otros hablan de que las condiciones geográficas en las que se encuentra
Chipilo ayudaron a esta conservación porque mantuvo aislados a los
chipileños de influencias externas peligrosas lingüísticamente.
Otros incluso llegan a decir que Chipilo ha conservado su lengua por vanidad.
En opinión de algunos chipileños, sin embargo, es el orgullo
por las raíces lo que ha logrado esta preservación. Pero
no hay que olvidar que una lengua unifica a una comunidad y que, entre
otras muchas cosas, un código lingüístico puede servir
incluso como mecanismo de defensa ante lo extraño: esto último
jugó un papel importante en el impulso conservador lingüístico
de los chipileños.
Si revisamos las condiciones
sociolingüísticas del dialecto chipileño, podemos comprender
que éste enfrenta muchos riesgos. Si tomamos en cuenta al dialecto
como mecanismo de defensa, hoy en día las razones para defenderse
de lo extraño han decrecido: hoy los chipileños somos mexicanos
bilingües y biculturales, pero no tenemos ya muchos motivos para defendernos
de quienes nos rodean. Más bien, hay incluso una marcada tendencia
hacia la integración sobre todo en los jóvenes chipileños.
Por otro lado, la población
chipileña difícilmente llega a las cincomil personas. Esto
provoca en algunos la admiración de que en México esa cantidad
de gente sea bilingüe; pero en otros provoca indiferencia, pues les
parece un número poco considerable de hablantes y entonces se piensa
que no es necesario preservar ese bilingüismo y más bien abogan
por la pérdida del dialecto. En cuanto a la imagen que tienen los
forasteros del dialecto, podemos también presentar dos tipos de
opinión: unos se interesan por este fenómeno lingüístico
y aun lo alientan; otros creen que lo que se habla en Chipilo es italiano
y, cuando se enteran de que es un dialecto hablado en Italia, se decepcionan
y a veces hasta optan por el escarnio.
Sea como sea, lo importante en cuanto a la conservación
del véneto reside en lo que piensan sus propios hablantes. Y esto
a veces no es tan favorecedor. Dado que desde la llegada de los vénetos
a Chipilo el dialecto no ha sido escolarizado, los chipileños opinan
que su dialecto no tiene escritura, que no la merece, y dicen que el dialecto
hay que escribirlo como mejor se entienda. En las escuelas chipileñas
siempre se ha prohibido hablar el véneto y ha habido maestras que
incluso han regañado a los niños por hablarlo. Les han dicho
que lo mejor es “que se lo quiten”.
Sin embargo, los papás han opinado lo contrario:
“si lo hemos conservado hasta ahora, sigamos conservándolo. Es lo
único que tenemos, lo único que somos”.
Por muchos años se mantuvo en Chipilo una
unidad no sólo lingüística, sino cultural y racial.
Pero esto ha venido cambiando y ha ocurrido un deterioro en lo lingüístico.
A mayor número de personas sin cultura véneta, menor cantidad
de cultura véneta. En los últimos años Chipilo ha
dejado de ser un pueblo agropecuario para convertirse en un lugar industrial.
Los trabajadores externos que entran a Chipilo cada día, lo hacen
en cantidades enormes. Y es muy raro que un forastero aprenda las costumbres
vénetas. Más bien ocurre lo contrario: el forastero obliga
al chipileño – en su propio suelo – a abandonar sus costumbres,
dialecto y raza.
Descripción de la lengua
Pronunciación
En el dialecto chipileño se mantienen casi todos
los fonemas del véneto italiano, cosa que provoca a veces fenómenos
interesantes, como el hecho de que algunos chipileños hablen un
español venetizado fonéticamente. Son cuatro los fonemas
que existen en véneto y que no encontramos en español: [
],
[z] (fricativa alveolar sonora), y las vocales cerradas: [é] y [ó].
Mientras en español estas vocales son simples alófonos, en
véneto son fonemas. Por desgracia, el influjo del español
está empezando a ocasionar en algunos hablantes vénetos la
incompetencia para distinguirlas: hay algunos que sólo usan las
abiertas. Asimismo, los ancianos chipileños distinguen muy bien
entre la oclusiva bilabial sonora [b] y la fricativa labiodental sonora
[v]. En el español mexicano esta distinción ya no se hace
y parece que por influencia suya las nuevas generaciones de vénetos
chipileños no las distinguimos.
También hay que subrayar el hecho de que mientras
en el véneto italiano sí encontramos a las semiconsonantes
[j] y [w] formando sonidos consonánticos, en el véneto chipileño
este fenómeno es bastante infrecuente: lo común es encontrar
a la africada palatal sonora [
].
Parece ser que esto, más que una influencia del español,
es una característica del véneto chipileño.
Lo grave es que ahora parece estar también
en riesgo de desaparecer la distinción entre la fricativa alveolar
sorda [s] y la sonora [z].
Es claro que el influjo del español
está afectando el sistema fonético del véneto chipileño.
Diferencias gramaticales entre
dialecto chipileño y véneto de Italia
Encontramos varias diferencias gramaticales entre el
véneto chipileño y el hablado en Italia. Tal vez uno de los
más notorios es que en Chipilo, para formar el presente progresivo,
se recurre a la forma: èsser lá che + presente, mientras
que en otras variantes de véneto se recurre a:
èsser drío
+ infinitivo.
(Véneto Ch) Són lá che magne
(estoy
comiendo)
(Véneto de otras zonas) Són drío
magnar (estoy comiendo)
Pero encontramos otras. A veces el véneto chipileño
mantiene formas que no evolucionaron como lo hizo el véneto italiano
por influjo de la lengua nacional. Es el caso de algunos auxiliares: mientras
en Chipilo se usa el auxiliar aver, en Italia se recurre a èsser.
(Ch) Me ho lavá (Me he lavado)
(It) Me són lavá (Me he lavado)
Asimismo, encontramos diferencias en algunos participios:
(Ch) Te ‘l ho metést lá
(Te
lo puse ahí)
(It) Te ‘l ho mes lá (Te lo puse ahí)
Cabe anotar que las formas usadas en Chipilo son utilizadas
también por los más ancianos vénetos de Italia.
Entre otras particularidades, hay que recordar que,
al ser oral, el véneto puede presentar diferentes maneras de expresar
un mismo concepto. En Chipilo hay a veces dos o más maneras de expresar
una misma palabra. Por ejemplo:
Hay quien dice conicio (conejo) y quienes
dicen cunicio.
Algunos dicen álbero (árbol)
y otros dicen árbero.
Algunos dicen conprar (comprar) y otros cronpar.
Hay quien dice inrabiarse (enojarse) y
otros
ingrabiarse.
En las conjugaciones de los verbos estas diferencias
alcanzan cantidades considerables. Por ejemplo, para el conjuntivo pretérito
del verbo èsser en primera persona, tenemos:
se mi fusse / se mi saresse / se mi furse / se
mi fursesse (si yo fuera)
Influencia del español
La influencia del español
es aplastante para el véneto chipileño. Como ya vimos, esta
influencia se extiende desde la fonética hasta el léxico
y la morfosintaxis. Hay casos que parecen irreversibles. Como sucede con
el condicional “si” (if). En véneto chipileño era se,
pero
ahora siempre se escucha si (como se dice en español).
Es curioso y dramático
el caso del pronombre en primera persona del plural ne (us), en
el cual algunos jóvenes chipileños han empezado a recurrir
al pronombre en español nos.
Los modismos del español
de México también han entrado con fuerza en el véneto
chipileño. Las groserías del folclor mexicano son frecuentes
en véneto también. Más que un problema lingüístico,
esto refleja una integración mental a lo mexicano.
También es frecuente encontrar gente que
entiende el véneto correcto, pero que al hablar recurre a préstamos
del español. A veces incluso hay personas que alternan un término
en véneto con uno en español. Esto puede ser signo de la
pérdida de la funcionalidad del código lingüístico
véneto frente al español en algunas palabras. Un ejemplo
que me viene a la memoria es el del verbo “encontrar”. En véneto
se dice catar y en español
encontrar.
Si ‘l encuentre, bóna,
ma si no ‘l cate, fone che?
(Si lo encuentro, qué bueno, pero si no lo encuentro,
¿qué hacemos?)
En un principio los chipileños
dialectizaban los términos nuevos y ahora esto ya no ocurre. Por
ejemplo, palabras como “huarache”, “pulque”, “mole”, “chile”, son típicas
de la cultura mexicana y son sustantivos masculinos. En el dialecto chipileño
estos términos entraron como sustantivos femeninos. Pero son mínimas
las palabras que sufrieron esta modificación. Ahora, más
bien, todo préstamo lingüístico del español entra
al dialecto sin cambio alguno.
Es más, ante los pocos
casos de evolución dialectal, muchos chipileños reaccionan
con enojo. Es el caso de “an” y “na” (uno y una). En dialecto casi siempre
se usan en singular, mientras que en español se hace un uso frecuente
del plural:
-
“Me da unos cerillos, por favor”
(“Dème fuminante, par piazher”)
Pero algunos chipileños
empezaron a decir:
-
“Dème
ni fuminante, par piazher”
En donde “ni” (o “ne”) sería
el plural de “an” (y “na”). Estamos ante un caso de adaptación dialectal
con respecto a la lengua nacional de un nuevo país. Sin embargo
muchos chipileños se extrañan y aun se molestan ante este
tipo de usos lingüísticos.
Otro caso interesante es el del
sustantivo “apellido” y el del verbo “apellidarse”. En véneto no
existía este concepto. Incluso en italiano no existe un concepto
como el de “cognomarsi”. En lugar de preguntar “¿cómo te
apellidas?”, se preguntaba “¿cómo te llamas?” y eso significaba
decir nombre y apellido. Pero dado que en español se hace una distinción
lingüística clara entre “llamarse” y “apellidarse”, ahora lo
más normal es escuchar:
-
“Te ciámitu come?”
(¿Cómo te llamas?) (sólo para
nombre)
y
-
“Te apellíditu come?”
(¿cómo te apellidas?) (sólo
para apellidos)
Fenómeno similar ocurrió con otras distinciones
faltantes en véneto y existentes en español, como en el caso
de “nieto” y “sobrino”. Como en el italiano “nipote”, en véneto
“neódo” representaba tanto el concepto de “nieto” como el de “sobrino”.
Lo que ocurrió fue que se perdió primero la palabra “neódo”
que indicaba al sobrino y después también cayó en
desuso la que indicaba al nieto. Ahora el chipileño común
no sabe cómo se decía “sobrino” y “nieto” en véneto.
Ignora que se usaba un mismo término para los dos conceptos. Hoy
la mayoría de los chipileños dicen “sobrini” y “nieti”.
A veces, sin embargo, las palabras no caen en desuso,
sino que se reacomodan y se resemantizan. Es el caso de “dermán”
(primo). Hoy todo chipileño dice “primo” en español. Pero
dice “primo dermán” (o incluso “prim dermán”) para indicar
el concepto “primo hermano”. Hay un caso curioso. En español “percatarse”
se dice “darse cuenta”. En véneto se dice nincordarse o èsser
nincòrt. Un joven chipileño presentó la fusión
darse
nincòrt.
La mayoría de los términos que han
surgido de préstamos del español eran, hasta hace poco, sustantivos
y muchos de ellos neologismos. Es decir, los préstamos se limitaban
a aquellas palabras que los vénetos chipileños no sabían
en véneto o a aquellos conceptos que no existían cuando todavía
vivían en Italia. Se trataba de una españolización
puramente funcional. Pero ahora notamos que los préstamos son cada
vez más abundantes e innecesarios, ya que muchas veces existe término
véneto para expresar lo que se dice en español. Ahora el
véneto chipileño muestra préstamos en sustantivos,
verbos, nexos y hasta en algún pronombre. Esto, en opinión
personal, se debe más a la inconsciencia lingüística
que a una decisión de funcionalidad y se corregiría haciendo
evidente el error.
El dialecto véneto chipileño
tiene, sobre todo, una “personalidad”. Es espontáneo: ha nacido
espontáneamente, se ha conservado sin ayuda de nadie y parece ser
que algunos chipileños piensan que también debe morir espontáneamente.
Los chipileños se resisten a la codificación de su propia
lengua.
Pero hay también otra corriente
de opinión en el sentido de seguir conservando la cultura véneta
aunque ya no como modelo arcaizante de vida, sino más bien imprimiéndole
una nueva fuerza acorde con los actuales aires sociales para impedir que
el dialecto y la cultura chipileña sean vistos sólo como
cosa del pasado. Hay que modernizar al véneto chipileño para
que los niños y jóvenes de Chipilo sigan viendo en él
una forma de identificación de acuerdo a sus expectativas y hay
que convivir con la idea de que Chipilo puede y debe seguir siendo una
comunidad bilingüe y bicultural. Podemos continuar con el sistema
dominante del español en todos los ámbitos de la vida social
y también seguir siendo vénetos. No hay razones para abandonar
el dialecto ni para oponerse al influjo del español.
Sin embargo, sí hay que
prestarle una atención especial al véneto, ya que éste
se encuentra en una condición de desprotección frente al
español de México. Por ello la aparición de libros
en véneto y la perseverancia en otros proyectos en favor del dialecto
chipileño nos ocupan desde hace algunos años.
Podemos concluir este artículo con un precioso
proverbio véneto que dice:
Fin che i veneti i parle veneto i sará vivi.
(Los vénetos vivirán hasta que hablen
véneto)
Bibliografía
-
MacKay, Carolyn J. (1993) Il dialetto vento di Segusino
e Chipilo.grafiche Antiga. Cornuda ’93.
-
Sartor, Mario – Ursini, Flavia. (1983) Cent’anni
di emigrazione: una comunità veneta sugli altipiani del Messico,
Grafiche
Antiga, Cornuda, (Treviso).
-
Zago Bronca, José Agustín. Los cuahtataráme
de Chipíloc. Edición de autor. 1998.
Nota: para la ortografía
de los ejemplos del véneto chipileño se siguió el
modelo propuesto por Ursini, Sartor y MacKay.
© 2001 Written for
Orbis Latinus by Eduardo
Montagner Anguiano.
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